Esta mañana, anclado en el puerto de Gijón contemplaba como un tímido y cítrico sol se desperezaba tras una pequeña nube de gaviotas que revoloteaban expectantes en la popa de un pesquero que entraba en la dársena. Un sol y una luz depositarios de esa justa penumbra que me abre los ojos a los sueños. Una serena y reacia luz desigual, casi secreta, lánguida como una lámpara en cuyo fanal arde una suave ampolla que hace que tenga la sensación de estar viviendo uno de esos inexpresables instantes de encantadora morriña en los que tan hermoso resulta entristecerse sin que la razón tenga motivos, descubriendo así la extraña y lacónica felicidad que sólo excepcionalmente producen las cosas que fomentan la tristeza y que hacen que disfrutes el momento como si lo estuvieses recordando.
Y al tiempo que la marea escribía sin tinta una ortografía de arena y espuma sobre la escollera, mi corazón reescribía un viejo post que colgué en su día en aquel olvidado Sextante, y que hoy me apetece recuperar para este nuevo Barlovento, pues describe a la perfección mi sentir marinero. Espero que os guste a quien no lo leyerais.
UN CORREO PARA REFLEXIONAR
En la mar a 22 de Junio del 2007
Hace dos días que la ultima gaviota nos dejo.
Después de acompañarnos durante un par de horas, nos dedico un gesto de aburrimiento y dando media vuelta voló hacia el este dejándonos solos en medio de este gran azul. Siempre es ella la que nos dice el ultimo adios de la partida, siempre es ella el ultimo vinculo con tierra, y siempre es ella la que me llena el corazón de soledad.
Es duro, muy duro el día de la partida. Y no se por que extraña razón, ese día siempre amanece gris y lluvioso...será porque vivo en esta tierra celta y la mitad de los días del año son así, o será a lo mejor, porque el cielo refleja mi estado de animo así como la mar refleja el estado de animo del cielo. No lo se, supongo que mas bien será una puñetera casualidad, como casi siempre es aquello que creemos son signos del destino en nuestra vida.
Las despedidas empiezan con el amanecer; primero te despides de tus cosas, de tu hogar, de tus perros, de tus hijos y por ultimo ya traspasando el umbral de la puerta un sentido abrazo te despide de lo que mas quieres en este mundo. No me gustan las despedidas a pie de muelle...son demasiado tristes y demasiado largas...mas bien agónicas, diría yo.
Mas tarde y una vez dicha la palabra mágica ¡Arriad cabos!, mientras tu barco navega proa a las puestas de sol, coges tu móvil y aprovechando la cobertura te despides de amigos y gente querida por ti. Un..”Hasta la vuelta” es la ultima palabra que dices. No se porque esta despedida tiene para mi una menor carga de incertidumbre, que un “Adiós”, o un “Hasta siempre”, simples palabras dichas u oídas, pero son estas pequeñas cosas las que forman un todo en un día especialmente triste para el marino, costumbres que vas adquiriendo a lo largo de esta eterna mili, pero que alivian aunque sea en menor medida tu alma.
Esta marea que estoy empezando, no me encontraba con mucho animo de escribir mi ya acostumbrada entrada de los viernes, puesto que salí el miércoles y el cuerpo y la mente aun se están integrando en el entorno, pero ayer recibí un correo de una gran amiga...Bona, una loba solitaria como se define ella. En el me decía que si me había parado alguna vez a pensar lo que me pierdo pasando la mayor parte de mi vida en la mar. Reconoce que la mar me da muchas cosas, pero que la vida es mucho mas de lo que ella me da. Que hay infinidad de paisajes por descubrir, de gentes, de experiencias, y de sentimientos que me pierdo.
Y la verdad, no se que contestarle. Se que tiene razón, mucha razón. Pero cuanta gente hay que vive en tierra, y en su día a día dejan pasar la vida frente a sus ojos, sin prestarle la menor atención a esos paisajes, a esas gentes y a esos sentimientos que ella me describe. Lo único que le podría decir es que la mar para mi no es un sacrificio, es una necesidad. Son setenta días los que estoy en la mar y tan solo quince en tierra...Reconozco que muchas veces, me siento harto de todo esto y reflexiono seriamente sobre lo que me plantea mi amiga. Pero cuando estoy una temporada larga en dique seco...léanse un par de meses. La vida en tierra se me empieza a antojar caótica y estresante, mi sangre empieza a perder sal y mi cerebro se llena de cotidianidad aburrida. No son pocas las veces que me comparo con un rumiante. Mientras estoy en tierra como de la vida con avidez, para una vez en la mar rumiar y saborear todo aquello que vi y aprendí en mis días de descanso, disfrutándolo con la calma que me da la mar, saboreándolo...sintiéndolo de otra manera.
Soy gallego y fiel a mis ancestros. Y como tal le contestaría a mi amiga con otra pregunta. ¿Qué es lo que hace que un campesino manchego, prefiera vivir en medio de esas ocres y secas planicies?, ¿o un hijo del desierto ame ese inmenso mar de arena?.
Yo soy hijo de la mar y amo la mar, necesito sal en mis venas y que el seco y frío viento del norte consuman mi cigarrillo, mientras yo consumo pensamientos y recuerdos. Necesito la paz de sus amaneceres y sus atardeceres, la de sus noches de luna y la de sus días claros. Necesito esos cigarrillos apoyado en la regala del puente cuando toda mi tripulación duerme, tanto como los subidones de adrenalina en una noche de temporal. Y además como dijo ella acabando su correo...
5 tripulantes tienen algo que decirte...:
... y tantos hombres, mujeres, puertos y gaviotas que el aire se quedó colorido de poesía que va más allá de las cualidades esteticas del lenguaje porque es la voz del alma de un marinero. ;))
Hola Fredo.
Un beso.
Sill
Ese no lo habia leido, precioso, te entiendo perfetamente,
saludos pescador, o mejor dicho, marinero.
"Que hay infinidad de paisajes por descubrir, de gentes, de experiencias, y de sentimientos que me pierdo."
Me va a perdonar, mi Capitán, pero me parece una soberbia tontería. ¿Y la infinidad de paisajes por descubrir, de gentes, de experiencias, y de sentimientos que nadie que viva a bordo de un barco experimentará jamás?
Este mundo puede saborearlo cuando y cuanto le apetezca, el reino de Poseidón será siempre una incógnita para el que no ha sido marino.
Leo con devoción estas palabras tuyas vertidas en el océano de la vida. Por mi parte con mas tiempo y las velas reparadas y el horizonte me dejo caer donde el mar es comprendido como lo que es… una razón para vivir.
Un abrazo amigo
Me has hecho revivir viejas despedidas de marino mercante ya varado hace años, con otras tareas, otras prisas y otras carencias.
La mar da una perspectiva de las cosas que a veces solo proporciona la distancia.
Un abrazo.
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