Hace unos días este que suscribe encontrabase en tierra de mandarinas disfrutando de unos merecidos días de descanso.
Y gracias a la sana costumbre de zapear de modo neurasténico con el televisor, por aquello de no estar mucho rato viendo la misma memez, -no vaya a ser que se me seque la única neurona que me queda-, pille el final de La Tormenta Perfecta. Aquella película donde George Clooney interpretaba el papel de Billy Thyne el carismático capitán del Andrea Gail, un pinchero de Gloucester que se hundió en octubre de 1991en aguas del atlántico Norte, parece ser en una zona denominada Flemish Cap.
El caso es que pille el final de la peli, ese momento en que Diane Lane saliendo al amanecer con su barco de la bahía de Gloucester, recuerda las palabras de su colega de oficio diciendo aquello de que… ¿Hay algo mejor que ser capitán de un barco de pesca?.
Y hoy me vino al recuerdo un post que colgué en el viejo sextante hace mucho tiempo.
¿Por qué?...
¿Sera porque tal vez no hay nada mejor que ser patrón de un barco de pesca?
A ESOS LOLOS ANXOS Y DEMAS...
Los conoces...conoces sus nombres de gente normal.
Unos se llaman Lolos, otros Anxos, Genos, Toños, Xurxos...nombres normales para gente normal.
Son hombres que conoces y que como todo cristiano arrastran con ellos sus virtudes y sus miserias. Unos te son mas afines que otros, y por consiguiente (y es normal) sientes mas aprecio por aquellos que rezan tu mismo credo.
Pero cuando la mar ruge brava, cuando no da concesiones a los hombres, cuando solamente la prudencia, pericia y conocimiento marcan la delgada línea de la supervivencia en ella. En esos momentos es cuando esos hombres con nombres comunes se transforman (al menos ante tus ojos) en aquellos marinos, héroes de novelas que devorabas en tu juventud, como pudieron ser, el Capitán Ahab y su tripulación a bordo del Pequod persiguiendo infatigablemente aquella ballena blanca sin importarles un ápice los peligrosos mares a los que su orgullo de pescador arrastraba.
Estos hombres que a cada estrochón de mar lo único que les queda es apretar los dientes y seguir con las faenas mientras ese mismo mar pone a prueba su aguante son a los que dedico estas líneas, ya que... y por supuesto sin negar la realidad, se que como en cualquier oficio... hay de todo.
Estos eligieron un oficio duro, un oficio de hombres. Son marinos de vocación o de tradición, donde la mar nació ya con ellos y por su venas corre sangre salada. Una mar que acaba convirtiéndose en compañera inseparable hasta que irremediablemente llega el día en que debido a la exigencia del trabajo no les quede mas remedio que varar al igual que su viejo barco, y contemplar con nostalgia esa gran azul desde un muelle o espigón cualquiera.
Y quiero también decir que son esos hombres los que siguen manteniendo intacta mi capacidad de asombro frente a la reacción del ser humano ante la adversidad.Sigo admirándolos cuando los veo hacer frente a un mar que irremediablemente los va a golpear y el único gesto que observo es como aprietan un poco mas los nudillos aferrándose a una baranda o a una tapa de regala y entornan los ojos algo mas de lo normal, mientras el cigarrillo ya apagado y mojado cuelga firme de la comisura de sus apretados labios. De vez en cuando los veo mirar al cielo y jurar en arameo, pero siempre con ese rictus en la cara de conformismo y resignación que los caracteriza.
Entre estos hombres las palabras a veces están de mas; gestos y actos es su lenguaje, movimientos, expresiones y miradas acompañadas de escuetas palabras lo dicen todo entre esta especie marina.
Recuerdo una noche no grata para rememorar, cuando el cuadrante anterior peligroso del ciclón tropical “Jenny” se nos echo encima y tuve que cambiar del gobierno automático a manual, ya que por si solo al barco le era totalmente imposible aguantar el rumbo, y recuerdo también las palabras de un viejo marino que en ese momento se encontraba de guardia conmigo en el puente...
-Patrón, esta duro verdad?... me decía, mientras me miraba de soslayo esperando mi respuesta.
Respuesta que nunca llego, y el así lo supo apreciar. Miraba mis ojos abiertos de par en par buscando en medio de la oscuridad la espuma que pudiera delatar esa ola traicionera que todo marino tememos, la blancura de los nudillos agarrando con fuerza el timón, las piernas tensas y abiertas para aguantar la fuerza de los estrochones...Gestos y silencio fueron para el suficiente respuesta, quedándole claro que no estaba el foro para disertaciones, y a la vez tranquilizándole mi actitud de concentración en la lidia de ese miura.
La mar, la adversidad y las penurias hacen de estos hombres verdaderos comunicadores sin palabras. Y ahora yo, haciendo uso de ellas aprovecho este medio para que otras personas ajenas a este mundo conozcan un poquito más a esos..Lolos, Anxos, Toños y Xurxos anónimos.
Publicado por el Cap. Tormentas en Sextante el 01/01/07