Hacer cosas de las que te puedas arrepentir suele ser más interesante que arrepentirte de no haberlas hecho. Con este patrón corte el traje de mi juventud, y con el quiero seguir vistiendo la mocedad de mi madurez.
A menudo decimos que los errores de la juventud suelen ser el resultado de una lógica falta de experiencia, pero si por entonces hubiera sabido lo que sé ahora, puedo aseguraros que habría hecho todo lo posible y más por equivocarme con más frecuencia. Tratándose del placer que causan algunas licencias, es una suerte que la experiencia surja cuando ya es imposible enmendarlas, y creo que es necesario cometer día a día esos errores, pues con ellos más tarde tendremos que sustentar lo más interesante de nuestra memoria. En algunas carreteras lo verdaderamente peligroso no es arriesgar en las curvas, sino perder el tiempo en el excesivo celo a las señales de peligro.¿Por lo tanto vale la pena dejar los placeres, para cuando el cuerpo ya no permita los excesos del espíritu?, personalmente creo que no.
A los que tenemos ya cierta edad lo curas nos dijeron que el sexo era algo mezquino y demoníaco, y tuvimos que esperar hasta que la liquidación de la censura nos permitiera descubrir que las limitaciones de la buena conciencia son más fáciles de superar cuando se tiene a mano una habitación vacía, una mujer decidida y un bote de vaselina. Lo malo es que una vez superados los obstáculos morales, llego la sociedad tratando de frenar tus impulsos metiendo la salud como cuña al desaliento. Y si antes te advertían que el sexo te lanzaría de cabeza a la perdición, al pecado y al fuego eterno, ahora te intimidan con que los placeres de la carne te causaran ignominiosas y terribles enfermedades.
Arriesgar y vivir la vida con nuevos compromisos, como un viaje buscando paradas y destinos no programados, tiene sus inconvenientes y sus riesgos, pero como leí en algún sitio… no hay nada más estúpido que morir por haber tenido un accidente de coche en el garaje.
Puede que nunca demos con la fórmula para asegurarnos la felicidad en pareja, pero es imprescindible aprender a convivir con nuestros defectos y nuestros desengaños. Y no limitar nuestro deseo ni nuestros sueños, aun a sabiendas de que no hay ni uno libre de llegar a convertirse en una pesadilla.
Fredo
En Gijón a 13 de Diciembre del 2008
A menudo decimos que los errores de la juventud suelen ser el resultado de una lógica falta de experiencia, pero si por entonces hubiera sabido lo que sé ahora, puedo aseguraros que habría hecho todo lo posible y más por equivocarme con más frecuencia. Tratándose del placer que causan algunas licencias, es una suerte que la experiencia surja cuando ya es imposible enmendarlas, y creo que es necesario cometer día a día esos errores, pues con ellos más tarde tendremos que sustentar lo más interesante de nuestra memoria. En algunas carreteras lo verdaderamente peligroso no es arriesgar en las curvas, sino perder el tiempo en el excesivo celo a las señales de peligro.¿Por lo tanto vale la pena dejar los placeres, para cuando el cuerpo ya no permita los excesos del espíritu?, personalmente creo que no.
A los que tenemos ya cierta edad lo curas nos dijeron que el sexo era algo mezquino y demoníaco, y tuvimos que esperar hasta que la liquidación de la censura nos permitiera descubrir que las limitaciones de la buena conciencia son más fáciles de superar cuando se tiene a mano una habitación vacía, una mujer decidida y un bote de vaselina. Lo malo es que una vez superados los obstáculos morales, llego la sociedad tratando de frenar tus impulsos metiendo la salud como cuña al desaliento. Y si antes te advertían que el sexo te lanzaría de cabeza a la perdición, al pecado y al fuego eterno, ahora te intimidan con que los placeres de la carne te causaran ignominiosas y terribles enfermedades.
Arriesgar y vivir la vida con nuevos compromisos, como un viaje buscando paradas y destinos no programados, tiene sus inconvenientes y sus riesgos, pero como leí en algún sitio… no hay nada más estúpido que morir por haber tenido un accidente de coche en el garaje.
Puede que nunca demos con la fórmula para asegurarnos la felicidad en pareja, pero es imprescindible aprender a convivir con nuestros defectos y nuestros desengaños. Y no limitar nuestro deseo ni nuestros sueños, aun a sabiendas de que no hay ni uno libre de llegar a convertirse en una pesadilla.
Fredo
En Gijón a 13 de Diciembre del 2008