Esto es para mear y no echar gota, la verdad.
Aterrizas de ese otro planeta tan cercano y a la vez tan lejano llamado el Gran azul y te pegas directamente la hostia con noticias como que Mario Monti economista neoliberal y director de la Comisión Trilateral se hace con las riendas del gobierno italiano después de que Nerón haya claudicado vergonzosamente. O que Lucas Papademos vicepresidente del Banco central europeo formara gobierno de coalición en Grecia rodeado de tecnócratas. O lo peor, que Mario Dragi que antes presidia el Banco Central de Italia se convirtiera en presidente del Banco Central Europeo.
A ver, a estas alturas y con la mili que llevo en la mochila ya estoy hecho a que en mis sueños sólo de vez en cuando sea novedad la cama, a pesar de que (iluso de mi) aun me esperanzaba la idea de que se hicieran grandes cambios colectivos. Pero la verdad, hasta me habría conformado con la posibilidad de que, incluso repitiéndose en cierto modo el menú, al menos fuesen distintos los vómitos.
Pero no. Yo no sé si es que nos idiotizamos todos o que simplemente en las arriesgadas expectativas de cambiar solo nos satisface la prudente decepción de no conseguirlo, el caso es que seguimos permitiendo que dirijan nuestros dineros y nuestro futuro precisamente aquellos que nos metieron en la mierda y nos exigen que les subvencionemos.
Hubo un tiempo en el que vi como solución ahorrar dinero con la idea de echar dos mudas en una bolsa y largarme a cualquier lugar en el que apenas hablase mi idioma mi conciencia y solo quedase cerca el horizonte. Un poco más tarde hice números y pensé que la vida no podría ser muy distinta si el lugar con el que soñaba solo estaba a diez mil pesetas de aquí.
Ahora veo que ya me he hecho mayor como para tirarme al monte con un traje de arpillera para mi cadáver, y que habiendo una edad para el coraje, si la dejas pasar, lo único que te queda es asistir impasible a la noticia de que se ha muerto de viejo tu pediatra.
Así que, lo único que nos queda con esta actitud sumisa que nos caracteriza es seguir pataleando o intentando meter la mano en el pastel por medio de movimientos con fecha de calendario y de caducidad, en vez de amartillar un escabeche como hicieron los franceses en el 1789