De cuando las putas eran señoras



Recientemente leí un artículo sobre las mafias del este y el trapicheo de mujeres que se traen en esa parte de Europa. Mujeres que vienen engañadas con la promesa de un trabajo digno en España y que nada más llegar son obligadas a ejercer la prostitucion a lo largo y ancho de esta piel de toro, hasta conseguir pagarse, -en el mejor de los casos- su viaje de entrada y liberarse de esos hijos de puta. Una oscura y triste historia de la cual no voy a hablar por desconocimiento de la misma, pero si que me apetece hablar del gremio de estas señoras.
Yo personalmente hace una eternidad que no frecuento estos garitos, pero no por ello desconozco de que van hoy en dia. Y la verdad, nada que ver con los puticlubs de antes. Ahora, están plagados de mujeres extranjeras -de muy buen ver todas por cierto-, pero que dejan mucho que desear con respecto al producto nacional que campaba antes en dichos locales. Ya no existen aquellas mujeres que jugaban al eterno y seductor juego de las miradas cruzadas, mujeres que se acercaban a ti y con toda la educación del mundo te pedían un cigarrillo clavándote su mejor y mas cazadora mirada en tus ojos mientras tu educadamente se lo encendías. Preguntándote a continuación, si estabas solo y buscabas compañía, cosa que era obvio, y sentándose en el taburete con un mas que elegante cruce de piernas que te dejaba entrever parte de lo prohibido.
Hoy en dia no; hoy se acercan a ti directamente con andares de rapero, y te “exigen” con un raro acento que va desde el duro ruso caucáseo, al colombiano mas florido y pachanguero, que les invites a una copa. Y si no lo haces, bien por que la lumi en cuestión no sea de tu agrado, o bien porque una copa en un garito supone el sueldo de todo un dia y la gasolina de una semana, te quedas mas solo que la una viendo a través del espejo de la barra como esos culos prietos y esas caras de deberle media vida a la vida, picotean de cliente en cliente con flemática desgana.
Cuando era niño, hablo de entre los doce y quince años íbamos al barrio chino de Vigo, mas conocido por la “Ferreria”, donde una mujer apodada “o cabalo” (el caballo), nos hacia precio especial a la pandilla de chiquillos, adentrándonos a los cuatro por tan solo dos mil pesetas (el polvo valía mil), en el sórdido mundo del sexo mercenario. Y si era por la mañana hasta nos podía salir gratis un colacao caliente, dependiendo de si el orballo mojaba o no las viejas piedras del barrio.
Años mas tarde y siendo ya un marino acuartelado, con mucha mili, mucha mar y mucho garito sobre mis cuadernas. En una noche de esas donde el alma se disuelve con el hielo de un copa, recale en un pequeño local del muelle grande en Las Palmas; de aquella un marino aun podía deambular solo por esas plazas y a esas horas sin peligro a ser abordado por un individuo donde las venas le metan prisa a la vida y a tu cartera.
Eran las cuatro de la mañana aproximadamente y me dirigía ya de retirada a mi barco sin mucho convencimiento de querer enterrar aun la noche, cuando entre en ese local a tomarme una penúltima dosis de alcohol y compañía. Solamente tras la barra los ojos de una mujer de edad indefinida, donde las diferentes capas de maquillaje intentaban baldíamente disimular las interminables noches de una interminable vida, me contemplaban con una absoluta indiferencia y curiosidad al mismo tiempo. No me acuerdo del nombre del garito, carece de total relevancia, pero si del nombre de aquella mujer...Josefa se llamaba. Le pedí una copa y le dije que se sirviera una ella también. En su marchita pero a la vez bonita cara se reflejaban sesenta y pico años de una dura vida, que; poco a poco fue desgranándome en una noche de alcohol, humo de cigarrillos y confesiones a media voz. Me contó que era gallega, de A Coruña, que había sido novia de Pucho Boedo, cantante de un viejo grupo que se llamaba “Los Tamara”, el cual haya por los setenta hacia las delicias de nuestras madres convirtiendo los versos de Rosalía en melodías inolvidables. Me confeso también a la tercera o cuarta copa compartida, que llevaba veinticinco años en Las Palmas, que era dueña del local, pues fue lo único que le dejo el cabron de su difunto marido; que además de no ejercer como tal, ejerció de macarra en ella hasta su muerte. Yo también me confesé ante ella, aunque juro no saber lo que le dije, ya que los recuerdos acompañados de Jhonny Walker tornan oscuros los hígados y difusas las mentes, pero si recuerdo, la complicidad y el bienestar con una mujer que no conocía de nada y que esa noche no vendió su cuerpo, sino que regalo su alma.
Cuando el sol empezó a asomar en medio de las grúas del tinglado portuario y la botella vacía relucía transparente bajo la difusa luz roja de lámpara china, me levante de mi taburete y me despedí de ella. Pero antes de llegar a la puerta me llamo, se acerco y posando sus rechonchas y ajadas manos sobre mi cara, me dio un sonoro beso en la mejilla, a la vez que lapidando el encuentro me decía: ¿Que puta seria yo, si no besara a mi cliente?...Pero es que claro...de aquélla las putas eran señoras.

Fredo
Publicado en Sextante el 5 de Octubre del 2007

Mujer de mar


Su madre ya se lo había avisado, -No salgas con ese chico, solo te traerá disgustos- pero ella...nada...ni caso...como casi siempre hacia de los consejos que le daba. Y al final se enamoro de aquel moreno correoso, duro como la piedra y con sabor a sal. Su felicidad era total, como la de cualquier mujer enamorada, solo tenia ojos para el...Pero esa dicha absoluta poco tiempo duraría...escasamente 15 días. Y ahora le tocaba pasar la amargura de su primera despedida. Hacia tiempo que sabía que lo tendría que compartir, el se lo había confesado un día: -Uxia tengo una amante a la cual le seré siempre fiel y de la que nunca podré separarme-, ella mirándolo asombrada, solo pudo preguntar con la voz rota -¿De que me hablas Sito?-, -De la mar Uxia, te hablo de la mar-. Suspiro aliviada, y mientras lo abrazaba; lo beso susurrándole al oído –Tonto, de tu mar nunca tendré celos-
Y ahora allí estaba...a pie de muelle, cruzando los brazos sobre su pecho, cerrando su abrigo y protegiendo su vientre que ya comenzaba a hincharse con la vida que llevaba dentro, mientras sus ojos no paraban de derramar lágrimas de dolor...Y sintió celos. Celos de esa mar que le llevaba a su hombre por primera vez, haciéndola sentir realmente sola por primera vez. Y también por primera vez, amigándose con su adversaria le suplicaba que se lo devolviera, no importaba lo que tardara...pero que se lo devolviera siempre. Y a esa primera vez le siguió otra y otra...y muchas otras mas. Y dos veces se le hincho el vientre y siempre las mismas lagrimas de dolor. Un dolor de partida, de soledad, de cama vacía. –Ya te acostumbraras hija-, le decían las otras mujeres que al igual que ella despedían a sus hombres sobre la piedra gris y húmeda del viejo muelle. Pero los años pasaron y ella nunca se acostumbro, deseaba hacerlo, pero ese dolor siempre aparecía un día antes de la marcha de su amor, nacía de lo más profundo de sus entrañas, creándole un nudo en las mismas que le impedían hacer nada, incluso el respirar. Pues era un dolor acompañado de miedo, de soledad y de incertidumbre. Un miedo que solo se interrumpía el día de su llegada, una soledad que finalizaba en ese abrazo de bienvenida a pie de muelle, y una incertidumbre que de repente se trastocaba en sueños, planes y proyectos después de una larga primera noche de amor a su llegada a tierra. Había algo que siempre le intrigaba en ese continuo alejarse y volverse a encontrar...Cuando su amor se iba, el cielo era gris, oscuro y frío como el orballo que mojaba su pelo mientras veía alejarse el barco más allá del faro verde. En cambio cuando el volvía ese mismo cielo brillaba radiante, limpio y despejado. Era tanta y tan repetida casualidad que llego a pensar que ese mismo cielo era fiel reflejo de su alma y de su corazón. Cuando el estaba fuera, todos esos sentimientos y colores extremos que experimentaba se transformaban en tonos pastel y en días monótonos. Se ocupaba de sus hijos, de la casa, los médicos, los bancos, los colegios. Mil y una preocupaciones cotidianas que la mantenían ocupada, pero nunca más de lo estrictamente necesario. Su corazón y su mente estaba muy lejos, tanto como ese horizonte a veces rojo, a veces gris, y que tanto le gustaba contemplar desde la ventana de su casa una vez los niños acostados, y era rodeada por el silencio y la paz.
Hasta que un día, mientras contemplaba ese horizonte y daba pequeños sorbos a una taza de te caliente, un escalofrió recorrió su espalda, la angustia el dolor y el miedo de la partida llenaron su alma sin explicación alguna. Se levanto y se dirigió a la habitación donde los niños descansaban. Había algo que le empujaba hacia allí, sin comprender el que, ni el porque. En el pasillo miro de soslayo el teléfono, -Que tonta eres Uxia, aun no te deshiciste de tus miedos- se decía. Abrió la puerta y sin hacer ruido se acurruco junto al pequeño que placidamente dormía. Le gustaba estar así, contemplar en la penumbra esa carita que era el vivo retrato de su padre, y con apenas un poquito de imaginación, ella conseguia que esos suaves rasgos se transformaran en las duras y afiladas facciones de su amado. No lo solía tocar pues nunca quería despertarlo, pero aquel día lo abrazo contra su pecho, necesitaba su calor, necesitaba esa parte de el muy cerca suya. Quiso dormirse pero no pudo, el frío en la espalda y el nudo en el estomago persistían inexplicablemente. Y recordó...Abrazada a ese niño recordó. Y esos recuerdos pasaron delante de ella como un tren sin parada, de una forma caótica, sin orden alguno, hasta que el sueño y el cansancio hicieron disminuir la marcha de ese tren. Y ahora si...Ahora lo veía a el clara y nítidamente. Veía la cara de bobo y la sonrisa que le quedo cuando una tarde en la que el entraba por la cocina le soltó a bocajarro ¡estoy embarazada!, cual disparo de amor directo al corazón. Y lo veía correr por el muelle, moreno fuerte, curtido por la mar y el sol a abrazarla cuando se entero que estaba embarazada por segunda vez. Imágenes que le llenaban el corazón de felicidad y dicha. Siempre lo recordaba asociado a sus pequeños pues ellos eran el fruto de su carne. Ellos tres eran su fuerza, su motor, su energía, ellos eran los que hacia justificar su existencia, ellos la hacían sentirse importante y necesaria...ellos la hacían sentirse madre, mujer y amante...ellos la hacían sentirse mundo...su mundo. Y en medio de esa somnolencia y ese duermevela las oscuras horas de la noche pasaron aliviando un poco ese escalofrió que seguía recorriendo su espalda. Hasta que...ring, ring, ring…el teléfono sonó machaconamente al fondo del pasillo.
Soltó el niño, se dio la vuelta y miro el reloj -¡Las cuatro de la mañana!, Nadie llama a las cuatro de la mañana- se dijo. Lo dejo sonar hasta que el silencio volvió a la casa –Alguien que se equivoco de numero, no pasa nada- pensó auto consolándose. Pero el creciente temblor de su cuerpo le decía lo contrario. Ring, ring, ring, ring...sonaba otra vez. Se levanto muy despacio y atravesó el pasillo, suplicaba a dios que ese teléfono dejara de sonar, que alguien se equivocara de número...Pero no...el agudo timbre insistía inmisericorde. Descolgó y con mano trémula acerco el auricular al oído.
-¿Uxia?-...El pánico la inundo como una ola fría al reconocer la voz del armador del “Vixiador III”.
-¿Si?- un si, gutural, interrogativo, cargado de hiel y dolor salio del fondo de su garganta sin ella quererlo. Solamente una frase pudo escuchar antes de que su espalda apoyada en la pared se deslizara dejándola sentada en el frío suelo al tiempo que el auricular caía sobre su regazo...
-El vixiador dio la vuelta debido a un golpe de mar-........
-¿Uxia sigues ahí?, le decía una voz ahora ya lejana y metálica.
Si...sigo aquí pensaba...o mejor dicho ¡No!. Su cuerpo seguía allí, pero su corazón y su alma se acababan de desfragmentar en mil y un trocitos, saliéndose de el y dejando apoyada en esa pared solamente materia y una mirada perdida en un profundo y oscuro abismo. Sin dolor, sin pensamientos, y sin ningún sentido que acompañara ese cuerpo, ahora ni tan siquiera una lagrima salía de el.
No sabía cuanto tiempo había pasado hasta que el sonido de la puerta le devolvió un poco a la realidad, solamente un poco...lo justo para escuchar esos golpes, puesto que esa realidad para ser captada necesitaba de un alma y la suya había sido brutalmente despedazada hacia rato ya. De repente todo su espacio tiempo se llenaba de voces, lagrimas y lamentos...era su familia. Sus padres, su hermana y su cuñado habían corrido a su casa nada mas enterarse de la noticia.
-¡Hay neniña, que será de ti ahora!-, sollozaba su madre al tiempo que la abrazaba,
-Y que mas da lo que será de mi sin el-... pensaba ella. Todo aquello que tenia sentido en su vida se había perdido a través de un auricular. Aquello que alejaba los miedos y la soledad se había quedado para siempre en esa mar, esa mar que ahora veía negra y tenebrosa a través de su ventana, una mar traidora, vengativa y celosa. Una mar que se llevaba precisamente a aquellos hombres que mas la amaban, como si de una mantis religiosa se tratara, primero los atraía, los seducía y después los mataba sin escrúpulos y sin el menor atisbo de compasión. Mar amante, mar seductora, mar de muerte. De veinte vidas solo cuatro dejo..Solo cuatro pensaba y ninguna era su amor, dos de cada diez...uno de cada cinco...y ninguno era su amor. Que podía esperar si ni un mísero cupón de los ciegos le había tocado nunca,ni tan siquiera una muñeca en una barraca de feria, estaba visto que la suerte nunca fue su aliada. Los informativos emitían continuas imágenes aéreas del naufragio, imágenes donde se veía solamente una pequeña parte de la proa del barco que se mecía suavemente ahora en un mar en calma. Diminutos pesqueros rastreando la zona y dejando estelas de amargura tras de si. Pero...!Nada!. Solamente tres cuerpos mas aparecieron en el interior del barco, pero ninguno era su Sito. Mejor así, para que quería su cuerpo, si su alma ya no estaba en el, aquella alma de hombre libre ya no moraba en el. Recordaba los versos del poeta...
”¡Hombre libre, tu siempre preferirás el mar! La mar es el espejo en que tu alma se mira, en su onda infinita eternamente gira, y tu espíritu sabe lo amargo saborear”.
Ese hombre que tanto disfrutaba con los abrazos de esa mar, definitivamente se fundía con ella en un abrazo infinito.
–Al final te lo llevaste maldita-, pensaba, -lo conseguiste para ti y para siempre-...-Me ganaste la partida.-
Y el tiempo fue pasando lento y dolorosamente. Su vida diaria y sobre todo sus hijos fueron encargándose de que esos tristes recuerdos fueran disipándose como humo de chimenea. Que las amargas despedidas, el sinvivir y los miedos fueran encerrándose para siempre en el cajón del olvido...Se sentía liberada...liberada de una cadena forjada con eslabones de angustias y esperas. Y al fin...el negro dio paso al azul y dejo de odiar a esa mar, no se puede odiar eternamente algo tan bello, tan inmensamente bello, por mucho daño y dolor que te causara. Volvía a contemplar con la misma serenidad de antes esas bellas puestas de sol donde la luz se fundía en abrazos de colores con esa mar. Le gustaba bajarse a la playa y dejarse acariciar por el agua, pues sentía las caricias de el, le gustaba tumbarse en la arena y oír su murmullo, pues oía la voz susurrante de el, y le gustaba sentir su brisa pues sentía el aliento fresco de el en ella...
Pero lo que mas le gustaba era escribir un -¡Te quiero!- en la arena, en la orilla...donde la mar se lo pudiera llevar muy, muy lejos...haciendo realidad aquel verso de García Lorca, que a el tanto le gustaba....

-Aunque en el mar, mi amante cuerpo este..
-Escríbele al mar, y yo te escribiré.


Fredo
Publicado en Sextante el 20 de Abril del 2007

Mujer de mar II





Sito era hombre de mar, aunque no le viniera de familia. Nació a orillas de el y su vida transcurrió siempre a su vera. Los barcos habían sido su pasión desde su mas tierna infancia. Recordaba a su padre trabajando en el astillero y recordaba sus explicaciones de cómo se debía de hacer un buen barco, un barco duro y resistente, un barco trabajador y protector, Nunca olvido esas lecciones que con enorme interés infantil escuchaba de boca de su querido progenitor, mientras lo veía lavarse en el viejo lavadero de piedra salpicándose con aquella agua fresca. Esa era otra de las cosas que le quedaron grabadas de el: el como se debe de lavar un hombre sin miedo a mojarse, haciendo que el agua clara además de limpiarte, te refresque el rostro y el alma. Y sito creció haciéndose un hombre introvertido, perdido en sueños de mar, leyendo todo lo que tuviera que ver con esa mar que tanto amaba, soñando en navegar y cabalgar sobre grandes olas blancas y mecerse sobre suaves ventolinas azules.
Hasta que un buen dia y siendo aun muy joven, decidió poner fin a su tediosa vida en tierra y buscar sus sueños enrolándose en un navío mercante, un navío que lo llevaría mas allá de ese horizonte azul, tal y como hicieron los héroes de su infancia. La tarde de su partida...un húmedo y lluvioso dia de otoño, sintió por primera vez en su corazón una de las muchas punzadas de dolor que esa amante poderosa le ofrecería a lo largo de su vida. La visión de su madre en ese muelle gris llorando desconsoladamente, viendo como su pequeño se alejaba a bordo de aquel gigante acerado, hacia que en el también se asomaran lagrimas de niño, lagrimas de hombrecito inmaduro. Pero que, recordando a los protagonistas de sus libros supo mantener a raya, aunque su pequeña alma se desgarrara en su interior. Los años siguientes a esa primera tarde, fueron años intensos para el, conoció países, culturas y gentes diferentes, se perdió en medio del gentío de zocos tunecinos, refresco su cuerpo en limpias aguas caribeñas, se meo de risa con sus compañeros mientras se escondían tras un contenedor de la policía portuaria en Valencia, después de haber destrozado la cantina de dicho puerto, en una “limpia” pelea nocturna con unos marinos alemanes, durmió al sereno en la calida noche Argelina contemplando las estrellas, regateo objetos en la colorida Costa de marfil, vivió peligrosas noches en burdeles Turcos. Sintió el amor en cada puerto, o eso a el le parecía, ya que a cualquier chica que conocía le iba declarando su amor eterno, por lo menos hasta el próximo puerto...o por lo menos hasta la próxima chica. Poco a poco fue curtiendo su cuerpo y su alma, y sin el darse apenas cuenta, aquel niño soñador fue dando paso a un joven duro y bragado, conocedor de su profesión pero que aun seguía manteniendo ese soñador espíritu de aventura y ese eterno amor por una mar que lo hacia sentirse vivo a cada minuto. Una mar a veces ingrata, muchas veces dura, pero las mas...dulce y seductora.
Muchos atardeceres apoyado sobre la regala de la balaustrada, le decía en un suave murmullo: -nunca una mujer conseguirá que la ame tanto como a ti, nunca una mujer tendrá tu belleza y nunca una mujer sabrá seducirme como tu lo hiciste-...No sabia cuan equivocado estaba mientras fluían esos pensamientos a través de las mareas de su mente, pues en uno de esos viajes de vuelta a casa...apareció ella.
Uxia se llamaba, y su belleza superaba en creces a esa mar, en sus ojos negros aprendió a ver las profundidades del alma, en su suave voz encontró el mismo efecto tranquilizador que encontraba en el murmullo de las olas, y el tacto de su piel no tenia ni comparación con el mas calido de los atardeceres tropicales, ni con la mas suave de las brisas del sudoeste. Esa mujer a la cual en un principio prometió amor eterno “hasta el próximo puerto”, se fue convirtiendo en su amor eterno de verdad. Desde el momento que la conoció sus días de mar pasaron a tener cuarenta y ocho horas. Eran inacabables esos seis meses de largas singladuras que estaba sin ella, con lo que decidió finalizar su andadura mercante y enrolarse en un pequeño pesquero...Y así, sin renunciar a un amor, sentiría el otro mas a menudo en su piel. Su vida fue transcurriendo feliz, -¿Que mas puedo desear?-, se decía...-Tengo el mar, la tengo a ella y tengo mi libertad-. No creía que hubiera algo que lo haría sentir mas dichoso...Y lo hubo!...Fue una buena mañana, mientras atravesaba el umbral de la cocina, ella y su enorme sonrisa, le comunicaban que iba a tener un hijo...-Dios mio-, de repente el centro del universo se concentro en aquella cocina. Si...Se podia ser mas feliz...comprendió...!mucho mas feliz!. A partir de aquel momento, la mar adquirió otro tinte en su mente, otra perspectiva, dejo de ser su amante exclusivamente, para convertirse también en su medio de vida. Necesitaba cumplir las promesas que le hacia a aquella mujer y a su futuro hijo cada vez que llegaba a puerto, aquellas promesas y planes de futuro que se hacían después de largas horas de amor. Dejo de navegar en aguas tranquilas para navegar en otras mas furiosas y retadoras, pero que le aportaban mejoras en la economía de aquella pequeña familia que estaba formando, mejorando asi la calidad de vida a los suyos. No le importaba, le hacia feliz el pensar que tanto a ella como a sus pequeños nada les faltaba. La fatiga se tornaba en fuerza, las largas y frías noches aguantando malos tiempos al pie de la maniobra, se le hacían calidas solo con pensar en ella. La recordaba tras la ventana, contemplando la mar absorta en aquella línea que separaba los azules. Le encantaba esa visión de su amada, varias veces la había encontrado así, contemplando ese lejano horizonte. Y nunca se atrevió a romper esos momentos de intimidad, ni tan siquiera a preguntarle en que pensaba, pues le traía recuerdos de si mismo, de su niñez y de sus silencios.

Aquel día había amanecido frío y gris, una ligera marejada del sudoeste no se correspondía con el color acerado de poniente, presagio de...como dice el refrán: A levante claro y poniente oscuro...temporal seguro. La pesca estaba siendo realmente buena aquel día, tónica habitual en aquella marea. Si seguían con ese ritmo, tres días mas y se marcharían para casa. Imaginaba la sorpresa que se llevaría ella al verlo llegar, pues no lo esperaba, al menos hasta dentro de veinte días. Rió para sus adentros mientras abría las vísceras de un enorme ejemplar de pez espada...hacia dos días que había hablado con ella y no le había dicho nada cuando le pregunto que si tardarían mucho en regresar.
-Como siempre-, le dijo –Ya sabes, al final los meses hay que cumplirlos, como las condenas-.
–Bueno-, contesto ella –Habrá que tener paciencia-. Sito tenia pensado darle una sorpresa, su idea era aparecerle de improviso en casa, quería ver su rostro asombrado y alegre.
Un súbito balance le hizo trastabillar y le obligo a agarrase a una escotilla, -Parece que esta cogiendo mal color esto- se dijo. Dejo la faena por un instante y salio a cubierta, un fuerte chubasco estaba cayendo en ese momento, la mar se encontraba adormecida por la cantidad de agua dulce que le estaba cayendo encima. Mientras la contemplaba oyó decir al patrón a través de la megafonía:
-Vamos muchachos, apurad un poco las maniobras, que tenemos un jodido miura por la proa-.
-Va a ser mejor que vayamos amarrando todo- le dijo Sito a su compañero de fatigas. Conocía a su patrón y sabia que no era hombre de exagerar, ni de arengar a sus hombres con engaños. Si el decía que algo malo venia...!Es que venia!.
Y lo anunciado no tardo mucho en llegar...Al mediodía los cielos seguían grises pero no llovía, la mar se empezaba a llenar de blancos borreguitos de espuma en su superficie, rolando los vientos al noroeste y arreciando. Haciendo que el barco navegara atravesado a la mar mientras metían a bordo los aparejos, situación peligrosa esta si el viento seguía aumentando en su intensidad. Un fuerte balance les tiro todo el pescado que tenían estibado a estribor a la banda contraria, haciendo así que el barco tumbara mas a sotavento, agudizando de esa manera la escora producida por el viento. Decidió junto con su compañero, bajar aquel pescado a la bodega para que no sufriera daños en cubierta, labor que les llevo cerca de media hora. Cuando subieron de nuevo las condiciones de mar y viento habían empeorado muchísimo. La mar rugía brava ya, y grandes olas se abalanzaban amenazantes una tras otra sobre el barco. Lo prudente habría sido dejar los artes en el agua, y poner el barco a la capa, pero tan solo les quedaba una hora de trabajo para tener todo a bordo y así capear con mas tranquilidad.
Y efectivamente...esa fue la decisión de su patrón, un ultimo esfuerzo y todo acabaría por hoy.
Pero llego un momento en que se hacia prácticamente imposible laborar el pescado que iba entrando, fuertes cucharadas de mar embarcaban a bordo cada vez que el barco escoraba a barlovento, haciendo que todo anduviera al garete sobre cubierta e imposibilitando las tareas...o trabajabas, o te agarrabas. Viendo el cariz que estaba tomando el asunto, Sito decidió cerrar la escotilla que comunicaba el parque de pesca con el resto de la habitabilidad del buque... Y en esas estaba cuando de repente...un terrible golpe sacudió el barco de proa a popa, y de babor a estribor, haciéndolo temblar. Era como si un enorme mercante los hubiera embestido salvajemente y ahora los arrastrara de costado, tumbándolos violentamente en una escora sin fin. Sito tubo que soltar la escotilla, e inmediatamente se vio catapultado contra el mamparo de babor, un mamparo que inexplicablemente ahora le servia de suelo. La señal de alarma corrió por sus neuronas, haciéndole comprender al instante que aquello era algo mas que un fuerte bandazo...!Dios mío, el barco estaba dando la vuelta!...el pánico en la cara de su compañero se lo confirmo. El volteo se estaba completando rápidamente, lo que antes era cubierta...era techo ahora. Intento orientarse y buscar una salida, pero todo era confusión y nervios en su cerebro...la adrenalina golpeaba rítmicamente sus sienes. Hasta que...y sin previo aviso, una enorme catarata de agua helada entro por el portalon inundándolo todo, asfixiándolo todo, ahogándolo todo. Sus ojos buscaban a su compañero en medio de aquella caótica locura de boyas, aparejos, pescado y espuma. Solo había espuma a su alrededor, una espuma fría y mortal que lo envolvía totalmente. Instintivamente cerro su boca y aguanto el aire, y con dificultad se fue moviendo entre el caos buscando la vida. A solamente dos escasos metros tenia el portalon del parque de pesca...tenia que llegar, tenia que salir de allí...¡tenia que respirar!. Y lo hizo, saliendo a la superficie como una boya, sacando medio cuerpo fuera en el esfuerzo. Y abriendo desesperadamente la boca...respiro...insuflo aire en sus pulmones, volvió a llenar de vida su cuerpo. Durante un intervalo de tiempo que le pareció interminable, solo hizo eso..respirar... respirar. Y esa respiración lo fue tranquilizando, y esa tranquilidad a su vez le fue devolviendo al escenario del drama que estaba viviendo. Miro a su alrededor, ¡no miraba el barco!, ¿Dónde estaba el barco?, ¿Dónde estaban sus compañeros?, ¿Dónde estaba el?. ¿Porque aquello que tanto amaba quería quitarle la vida así...de esa manera, en medio de esa terrorífica soledad azul y blanca?. Cientos de estupidas preguntas pasaron rápidamente por su mente, a la vez que cientos de estupidas respuestas intentaban consolarle baldiamente.
-Tengo que vivir, tengo que sobrevivir-, -Ella me espera, ellos me esperan-, se repetía una y otra vez, como si esas palabras ejercieran de salvavidas en medio de esa mar tenebrosa, como si esas palabras calentaran sus miembros que empezaban ya a entumecerse. Y recordó la noche anterior, cuando acompañando en la guardia nocturna al patrón, miro el termómetro de mar ...doce grados...¿Cuanto resistiría sumergido en un agua de doce grados...veinte, treinta minutos quizás?. No lo sabia, pero si sabia que no era mucho y que cuanto mas quieto estuviera, antes llegaría la vieja dama de la guadaña. Y nado, sin rumbo, pero nado. Y mientras lo hacia pensaba en ella, y la volvía a mirar sentada tras su ventana contemplando la mar, serena y absorta...Y la llamo...grito su nombre en aquel frío y negro atardecer, sin esperanza que ella lo oyera, pero aun así la llamo....¡Uxiaaaa!!
Después se rindió definitivamente, sus miembros estaban helados, todo esfuerzo era inútil ya... y así lo asumió. El silencio lo fue rodeando, ya no sentía frío, y una calida paz invadió su alma, se sintió ingrávido mientras la luz se iba quedando allá arriba, cada vez mas difusa, cada vez mas lejana. Y contemplándola por ultima vez, su pecho soltó un desgarrador ¡Te quiero!, soltando también con el, su ultimo aliento de vida.

Y cerrando los ojos, se abrazo a su amante, en un abrazo eterno e infinito.



Fredo
Publicado en Sextante el 9 de Junio del 2007

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