Donde dije digo, digo Diego

La verdad que últimamente estaba más por la lectura que por la escritura, pero hay sucesos a tu alrededor que te dan ganas de coger el cachorrillo y liar una pajarraca directamente. O en su defecto aporrear las teclas del ordenador con muy mala baba y dispuesto a expresar con el epíteto oportuno los sentimientos que le inspiran a uno ciertos individuos. Cosa que en esta sociedad del buen rollito es el único precio que muchos hijos de la gran puta y no pocos tontos del ciruelo acaban pagando a cambio de la inmunidad por los daños que causan.

En este batiburrillo de pueblos llamado España siempre nos la metieron doblada Reyes, curas y generales, pero al menos estos eran cabrones declarados y sabias perfectamente con quien te estabas jugando los cuartos. Ahora no, ahora tenemos una clase dirigente que ha ido organizándose el cortijo a su imagen y semejanza, embaucándonos de manera descarada a todos aquellos que bien por incultura, cobardía o estupidez seguimos dejando que nos gobiernen cómicos, mierdecillas o trileros del lenguaje, gentuza esta diplomada en el arte del; donde dije digo, digo Diego. -Aunque, que se puede esperar de un país donde la profesión de político debe de ser una de las pocas para la cual no hace falta el bachillerato-.

Hace escasamente un año todo eran loas al gasto público y el incremento de la deuda porque era perentorio apuntalar la economía, generar empleo público -aunque fuera de hoy para mañana- y aumentar las prestaciones para poder cubrir a los dos millones de nuevos socios en la cola del INEM. En cambio ahora un año más tarde lo que apremia es, subir los impuestos, recortar el déficit y contener la deuda. Volver a aquella vaina del equilibrio presupuestario y el saneamiento de la hucha.

Hace escasamente unos meses el impresentable Mister Been este nuestro de andar por casa, decía que mientras el gobernara, la crisis nunca se solucionaría a costa de los derechos de los trabajadores, y que la seguridad social de este país era el único pilar que se mantenía en pie con superávit a pesar del creciente gasto publico.

Hace escasamente unas semanas el desgobierno dijo que todas las medidas que afectaran a los trabajadores se pactarían antes en la mesa, entre sindicatos, gobierno y patronal. Y ahora de repente sin consulta ni previo aviso se ha sacado de la manga el retraso de la edad de jubilación, argumentando este golpe bajo a los derechos del trabajador con que; la elevación de la edad de jubilación en clave demográfica en los últimos 35 años se ha triplicado en el tiempo medio de cobro de la pensión, pasando de 5 años en 1975 a los 15 años actuales, y que de alguna manera hay que garantizar la sostenibilidad de las pensiones en el 2030.

Bueno pues yo acogiéndome al derecho de libre expresión a falta de otras posibles contundencias (pena de una AK-47 en el armario y las asaduras de un ministro a mano, o ministra -que no quiero ser sexista-), y ya como desahogo final puesto que se me calienta con facilidad la boca, a pesar de ser un fulano más bien educado, -cosa cada vez más difícil-. Solo me queda por decir… ¡Anda y que os den por el culo!

¿Alabado sea Dios?







Esta tarde escuchaba en la Brújula el estremecedor testimonio de una cooperante italiana en Haití, Fiamena Capellini. Tanto me impresiono, que esta noche busque en la web del programa su podcast para transcribíroslo.
-Intentare ser breve porque estamos intentando ahorrar baterías. La primera sacudida ha sido fortísima y ha durado más de un minuto, en cuanto hemos podido hemos abandonado los locales. El panorama es devastador, los edificios más importantes han desaparecido, por todos sitios se registran daños ingentes, edificios enteros de varios pisos se han quedado al ras del suelo, un supermercado muy conocido que a esa hora tenía que estar lleno de gente ha sufrido gravísimos daños, esta reducido a ruinas. Por las calles vagan personas presas de crisis de pánico y de histeria, heridos buscando ayuda. Es difícil llegar a los hospitales, las calles de la capital son impracticables. Nuestro viaje a casa ha durado más de dos horas para hacer diez kilómetros y eso que por suerte teníamos el Jeep. Hemos intentado ayudar como hemos podido para transportar a los heridos, al menos a los niños no acompañados.
Desde los escombros se oyen los gritos de socorro de los que se han quedado dentro, y los parientes se desesperan por la impotencia, falta la luz para iluminar la zona y poder seguir escavando por la noche.
El hotel montana donde he comido hoy esta semidestruido y han contado doscientos desaparecidos. Todos los medios de la misión de la ONU se han movilizado para ayudar, pero las mismas naciones unidas han sufrido daños graves con su cuartel general destruido y varios empleados civiles desaparecidos. En toda la ciudad la gente se queda en la calle, unos porque ya no tienen casa y otros por miedo a nuevas sacudidas. Lo que hemos visto atravesando la ciudad es terriblemente espantoso. Realmente no se por donde podremos recomenzar, pero lo haremos.
Es terrible, no dejo de pensar en los cuatro niños que hemos rescatado esta tarde. Cuatro hermanos que han terminado bajo una casa destruida, sin sus padres que todavía no habían vuelto del trabajo. Uno de ellos tenía heridas gravísimas y lloraba desesperado, su hermana lloraba preguntando ¿Cómo nos va a encontrar mama, si ya no está la casa? Rezad por este país en desgracia.

Ciao.
Fiamela.

Rezad por este país en desgracia? ¿Rezad a quien, a qué, a Dios? ¿A ese Dios compasivo y misericordioso, con el que nos obsequian las religiones? ¿A cuál de ellos abra que rezar, a Yahve, Jehová, Ala, Buda, Jesucristo? ¿A ese padre creador eterno, omnipotente, piadoso y bondadoso que según las llamadas sagradas escrituras dijo “bienaventurados los pobres, porque ellos heredaran la tierra”?... la verdad que ayer cumplió su palabra al pie de la letra enterrando bajo ella y sin clemencia el país más pobre de Latinoamérica.
Siempre fui convencidamente agnóstico frente a las religiones y sus dioses, aunque naturalmente, en los peores momentos de mi vida me asaltó la duda de agarrarme a ese Dios para caer al menos con la elegancia con la que caen las cometas, o las bailarinas, y si a pesar de todo sentí a veces la tentación de buscar a Dios en algún cubil, supongo que fue porque, en un naufragio nadie es alérgico a la madera.
Pero con la edad y conforme aumento mi capacidad de análisis y reflexión, si tenía la menor duda esta se diluyo totalmente. Que Dios bondadoso y piadoso es ese que ya en aquellos lejanos tiempos le pedía a un padre que sacrificara a su propio hijo solamente para satisfacer su infinita vanidad y egocentrismo. O aquel que quemo con azufre inocentes sin distinción alguna por que practicaban sexo con su mismo género. O ahogo bajo un diluvio universal toda vida terrenal menos aquella elegida por el, sin temblarle el pulso y haciendo alarde de una crueldad abrumadora. Desde el principio de los tiempos ese Dios lleva exigiéndole a sus legiones de discípulos y creyentes una fe inquebrantable y absoluta en la que todo se justifica; desde negarse a uno mismo hasta la extenuación, a morir en sacrificio, o matar en nombre de Dios.
Lo siento por aquellos que creéis en el ciegamente, pero vuestro Dios, -y ayer lo demostró una vez más-, es un gran hijo de puta cruel e inmisericorde, que no merece ni que se mencione su nombre en vano.

La compañera ideal


Un poco en la línea del último post que trataba sobre la comunión del marino con su barco. Os dejo esta entrada, escrita en la mar una fría noche de invierno cerca de aguas canadienses. No es del señor Conrad, sino de este modesto pescador gallego. Aun así espero que sea capaz de acercaros un poquito a ese amor/camaradería que siente el marino hacia su barco. Os recomiendo que no os perdáis el video que os dejo al final, es un poco de… "Para muestra un botón". Buena mar.


LA COMPAÑERA IDEAL

Este martes pasado, y como viene siendo norma habitual en los últimos años en este mes de febrero (ignoro el porque), habría que preguntárselo a esos chicos tan guapos, y que con tanta simpatía salen a la hora del café en nuestros televisores diciéndonos si mañana toca paraguas, o toca bañador. O sino, mejor a aquel marinero que navego conmigo hace años, parroquiano de un pueblecito cercano a Cangas del Morrazo y todo un erudito en preediciones meteorológicas. Me acuerdo que me decía: -“Patrón, mañan temos vento”-. “Hostias, Salvador...¿e porque?”, -“Porque a levante claro e poniente oscuro...temporal sejuro”, me contestaba el abuelo-. “!Manda carallo!, ¿E foche a universidade pra aprender iso ou aprendechelo ti solo?”-, replicaba yo.

Bueno, el caso es que este martes pasado nos toco bailar con la mas fea. Una borrasca atlántica de 950 milibares nos hizo el honor de hacernos una visitilla al SE de Newfounland (Canada), peinándonos las barbas con vientos de fuerza diez.
Y para poneros en antecedentes y que sepáis un poco de lo que hablamos; transcribo la denominación de este grado de viento según la escala “Beaufort” y “Douglas” de viento y mar, -que podréis consultar en cualquier tratado de náutica o de meteorología-
Dice lo siguiente... Fuerza diez a once: Vientos de entre cuarenta a sesenta nudos/ Temporal muy duro, olas extraordinariamente altas con crestas muy extensas que rompen/ La mar aparece blanca de espuma/ Balances fuertes y duros/ Visibilidad escasa a causa de la espuma en suspensión en la atmósfera/ Domina el fragor de la mar.


Bien... Hecha esta puntualización me gustaría hablar ahora, sobre el vínculo del marino con el barco cuando las cosas se ponen de manera, que...lo prudente seria una retirada, pues va haber hostias y sabes que va a apañar todocristo. Pero a veces...esa retirada es imposible o arto difícil
El vínculo entre un marino y su barco va más allá de ser considerado como el lugar donde pasa la mayor parte de su vida, va más allá de ser su medio para ganarse esa vida.
Llegado un momento deja de ser un conglomerado de chapas y soldaduras o un caótico enjambre de maquinaria; cobra vida propia y mantiene la tuya. Se crea entre marino y barco un contrato silencioso, un...-Tu me cuidas y yo cuido de ti-.
A partir de ahora voy a referirme a mi barco usando el genero femenino, no por aquello del termino “nave”, o porque el sexismo en el lenguaje sea un tema tan traído y llevado últimamente, sino por que me gusta mas, y porque desde que la conocí hace ya once años, la bautice con el nombre de “Heidi” por su similitud con su nombre real y por que me recuerda, aquel personaje de dibujos animados con el que me crié cuando la veo brincar enseñando la quilla de balance, el espejo de popa, etc. al igual que hacia la niña de lo Alpes.
Pues bien, como decía, ella se preocupa por mí y yo por ella, los dos formamos una pareja perfecta, no nos duplicamos las cargas ni los deberes, nos los repartimos haciendo cada uno lo que mejor sabe hacer, cual matrimonio bien compenetrado.
Es muy importante esta comunión entre el marino y su barco ya que cuando esos dos viejos e indestructibles adversarios –el dios Neptuno y su colega de perrerías, el viejo Eolo- se juntan, no ofrecen concesiones, ni conocen la palabra piedad, ni compasión, ni misericordia...son implacables. Y solamente tu con tu conocimiento, tu prudencia y tu pericia...y ella con su resistencia y su buen hacer, acompañado todo esto de una pequeña dosis de suerte, hace que puedas ganar momentáneamente la partida.
La verdad que es una buena terapia para templar los nervios, enfrentarte mano a mano con vientos de sesenta nudos y olas de diez a catorce metros. Subir y bajar esos mares que desde tu pequeña perspectiva ves como verdaderas montañas de agua, a pesar de tener tan solo una docena de metros, es en verdad, -y creedme...se de lo que hablo- una experiencia alucinante.
Cuando un muro de agua se precipita hacia ti con las fauces abiertas, pues así lo parece la cresta de una gran ola cuando trae rompiente, y esos rociones blancos se peinan al contrario de la dirección de la misma debido a la fuerza del viento, a veces incluso llegas a ver las amenazantes astas blancas de un enorme morlaco en medio de esa espuma. -Supongo que un maestro de la lidia debe de sentir algo parecido cuando un enorme miura se abalanza sobre el, y este...firme y sin pestañear se dispone a darle un capotazo-.
En esos instantes le susurras a tu barco: -¡Vamos bonita...pórtate!- y te preparas a subir por el seno de la ola arriba. Con una mano aguantas firme el timón y con la otra empujas la palanca del motor hacia delante dándole 200 revoluciones mas, justo las suficientes para que suba bien el repecho y no pierda el gobierno a medio camino.
Si lo haces bien, ella se deja querer y no golpea contra ese muro azul, orienta la proa al cielo y sube a través del seno de la ola sin problemas. Lo peor esta por venir...y llega de súbito. La cresta te envite y en unos segundos todo desaparece, solo hay agua y espuma a tu alrededor, la adrenalina llega a borbotones a tu cerebro, el barco escora violentamente y esta vez la proa es orientada hacia el infierno, comienza la galopada salvaje, el descenso es vertiginoso, quitas maquina y dejas que la inercia y la fuerza de la gravedad se ocupen del resto mientras te sujetas firmemente a cualquier cosa sólida que tengas a mano, preparándote para el segundo envite, -este es el peor- el barco mete la proa y una enorme cantidad de mar embarca a bordo inundando la cubierta, mientras se abre ante tus ojos un gran abanico de agua y espuma; el frenazo es brutal, violento, salvaje. Y transcurridos unos segundos, ella... fiel a su compromiso de “Tu me cuidas, yo te cuido”...se adriza, se estabiliza y a ti solo te queda exclamar: Uauuuuu...! Esta es mi chica!.
Momentos así es donde un marino ve y comprueba donde están los límites de su barco: si es noble en la caída (cae derecho, no escora a la banda), si recupera bien después del estrochon, etc. Al mismo tiempo también compruebas hasta donde llegan tus límites, y esto como dije antes, ayuda a templar tus nervios en situaciones difíciles, ya que a lo largo de tu vida profesional, las tendrás...y por desgracia muchas veces.
Situaciones así son la mejor escuela para un marino, ya que la imprudencia, los titubeos y las decisiones mal acertadas, en la mar...!se pagan!



En la mar a 23 de febrero del 2006


                      

LEYENDO MAR ( Los barcos ) 1


Si, un barco quiere que se lo mime con conocimiento de causa. Uno debe de tratar con comprensiva consideración los misterios de su naturaleza femenina, y entonces el estará a nuestro lado, fielmente, en nuestra incesante lucha contra fuerzas ante las que no avergüenza salir derrotado. Es una relación seria, aquella en la que un hombre vela celosamente por su barco. Este tiene sus derechos igual que si pudiera respirar y hablar; y de hecho hay barcos que, por el hombre que lo merezca, harán cualquier cosa, como dice el refrán, menos hablar.
Un barco no es un esclavo. No hay que forzarlo en una mar gruesa, no hay que olvidar nunca que uno le debe la mayor parte de sus ideas, de su habilidad, de su amor propio. Si uno recuerda esa obligación naturalmente y sin esfuerzo, como si fuera un sentimiento instintivo de su propia vida interior, el barco navegara, aguantara, correrá por uno mientras pueda, o como un ave marina cuando va a reposar sobre las enfurecidas olas, capeara el temporal más fuerte que jamás le haya hecho a uno dudar si viviría lo bastante para volver a ver salir el sol.






Joseph Conrad (El espejo del mar; 1906)

De enmiendas y propositos


Un año más que se fue. Y como siempre al comenzar un nuevo año casi todos nos planteamos buenos propósitos y mejores enmiendas, o al menos intentamos que se produzcan pequeños o grandes cambios con respecto al año anterior. Echamos la vista atrás con el ánimo de hacer un balance del año cancelado. Pero esta apenas nos sirve para hacer una reflexión inútil de lo que tendríamos que haber hecho y no hicimos. Ver nuestra vida a través del retrovisor solo nos sirve para escribir las memorias de nuestra existencia y la mayoría de las veces para hacer un sano adiestramiento de la nostalgia. Raras veces nos vale para cambiar nuestro destino, sobre todo porque la sabiduría de la vida es algo que sobreviene cuando ya no nos sirve de nada, útil solamente para dar futuros consejos.
Para nuestra desgracia, nuestra vida es parte de un juego inapelable, una serie de hechos encadenados en los que apenas arbitramos, y en el que con el transcurso de los años descubrimos que lo único que podemos cambiar de nuestro pasado es su retórica y que el resto es intocable porque no se nos permite jugar a la tómbola después de haber caído las bolas del bombo.
Eso sí, tenemos la oportunidad de hacer novela de nuestro pasado y de modificar emocionadamente la estela de los recuerdos, pero, ¿y las consecuencias? ¿Y las desilusiones, los remordimientos y los tan traídos y llevados efectos colaterales? A no ser que lo colemos por el tamiz de la fantasía, nada de lo que nos haya pasado tiene remedio ya, y en ese caso recapitular sobre lo hecho únicamente nos va a servir para convertir en un desasosiego lo que sólo tendría que ser un recuerdo. De todo esto solamente una cosa me queda clara, fijarme demasiado en lo que me ocurrió el pasado año en realidad sólo sirve para perderme lo que me espera en este.


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