Navegando a bordo de un sueño (3ª singladura)

Amanece en Lisboa, me desperezo y subo a cubierta. La vieja ciudad sigue aun dormida mientras las primeras luces se esfuman en "off" entre la penumbra de franela devanada del mezclar del rio con el mar. Y gozo de la calma que te da un barco atracado a su vientre, oyendo solamente el leve crujir del cabo de proa, cada vez que el navío se mece suavemente, y se separá escasos centímetros del pantalán.

Me siento en la bañera de popa pegado al timón. Y observo con los ojos amanecidos y sumergidos en esa legítima satisfacción de aquellos que se han ganado a pulso sus ojeras... allá al fondo, a través del tambucho, en la cabina de proa, esa mujer en cuyo cuerpo me envolví durante toda la noche, como aun sigue abrazáda a sus sueños
Una tenue presión en las ingles me mueve a bajar y seguir besando esa piel; pero esta vez en un interminable abrazo, uno de esos abrazos herméticos y desesperados, en los que apenas caben los protagonistas.
Sin embargo, el fresco amanecer me encandila de nuevo a seguir contemplando un cielo que por alguna extraña razón, hoy me parece aun mas limpio y nítido. Con una brisa surgida de un virazón procedente de la océano que me inyecta en vena directamente el purgante y penetrable olor de la bajamar.... todo eso hace que se zarandee mi testosterona marinera y que esa tensión aumente.

Cierro este cuaderno de Bitácora y apurando una última calada al cigarrillo bajo a la cabina de proa. Mientras lo hago veo sus ojos dormidos; y encuentro probablemente en ellos, el mejor destino que podía darle a una frase escrita en mi cuaderno... Entonces deseo volver a sumergirme en ella tal y como decía mi viejo amigo Ramón en su poema...


-… para revivirme, para volverme a ahogar-.

Navegando a bordo de un sueño (2ª singladura)

En la entrega anterior algún amigo del blog pensó que lo que estaba leyendo era la crónica de un viaje ya realizado. Y quisiera aclarar, que más bien se trata de la cronología de un viaje por formalizar, una mezcla imprecisa de realidad y de ficción. Recordando las cosas por haberlas visto en el reflejo de la superficie de mis sueños, y haberlas tenido grabadas en la somnolencia de mi piel. Aunque lo malo de los sueños, al igual que las noches estoicas y estupefacientes, es que siempre corres el grave riesgo de que amanezca.
Con estas singladuras solo trato de adornar recuerdos, y así de paso ir escribiendo el borrador del epilogo de una vida.

2ª singladura
Son las diez de la mañana, el sol esta alto y sus rayos nos despiertan invadiendo el portillo de proa, solo dormimos cinco horas pues la noche fue larga... si leísteis la singladura anterior es obvio el porqué.
Un baño en las tranquilas y frías aguas de la ría de Aveiro nos devuelven al mundo, un cigarro y un cola-cao caliente nos hacen ser el mundo.
Recogemos el rizon e izamos la Génova, trapo más que suficiente para maniobrar la salida. A la media hora nos encontramos virando a babor y enfilando rumbo sur hacia el siguiente destino… Lisboa.
No hay prisa, solamente 90 millas náuticas nos separan de la ciudad dorada de navegantes y marinos. A media tarde pasamos por los bajos de las Berlingas, y contemplamos fascinados como una numerosa colonia de aves marinas: gaviotas, pardelas, paiños y cormoranes moñudos acaban con un banco de alcrique en un frenético vuelo, un sube y baja plagado de salvajes zambullidas.
Cuando los últimos rayos suspiran en el horizonte, doblamos Cabo raso y viramos al este orientándonos por las luces del faro de Cabo Bugio y de Espichel más al sur.
Al poco empezamos a ver el rosario mágico de luces blancas del puente colgante, el olor y la luz embriagan el alma haciendo que el Anduriña navegue solo y sin viento hacia el pantalán. Atracados y después de una ducha de agua dulce en el club náutico -que buena falta nos hacia-, buscamos un bonito restaurante en la vieja zona portuaria. Y allí, a la luz de una vela dando buena cuenta de un perfecto bacalao a la brasa y de una botella de “viño verde” oímos a lo lejos un acordeón y una rasgada voz cantando un fado. Son músicos ambulantes que se acercan, que nos ven, y la ven, y hay algo en los ojos de ella que hacen que se paren y le dediquen una hipnotizadora canción.
Pensábamos dar un paseo por la vieja ciudad, pero tendrá que ser mañana, algo perentorio y urgente necesita de ser consumado ahora. Así pues caminamos hacia el Anduriña y durante el paseo una fuerza apremiante hace que parezcamos corredores de marcha en vez de nocturnos y relajados paseantes.

Navegando a bordo de un sueño (1ª singladura)

Hace cinco meses cumplí cincuenta y cinco años y con ellos finalizó mi etapa de navegante profesional. La tan ansiada jubilación marinera por fin había llegado y me sentía fuerte. Tanto como para por fin poder hacer cosas que fuesen más interesantes que haberlas soñado... y de esta manera apurar una edad en la que a un hombre lo que de verdad necesita no es que le funcione bien el alma, sino que no le falle inesperadamente el cuerpo
Ahora, en esta cálida mañana de Junio, después de meses de papeleos, viajes, compras y un sin fin de trabajos, por fin empiezo una nuevo ciclo en mi existencia...pero esta vez como navegante de crucero.
Me acompaña la única mujer que en mi vida tuvo el suficiente grado de insensatez como para ser cómplice de este sueño. Un sueño que nos hará respirar un aire azul y líquido como el fondo luminoso de nuestras fantasías. Un sueño que nos llevara a retiros desconocidos y deseados, a atardeceres de sal, y a amaneceres plásticos repletos de olores, sabores y texturas.


1ª Singladura

Puerto de Vigo, 7 de la mañana, acabando de meter los últimos víveres y pertrechos
a bordo del “Anduriña” un ligero y noble Comet 45 de 12 mtrs, aparejado con 3 trapos: mayor, genova y spinnaker.
Aprovechando el terral de la mañana y después de unos bordos y alguna rápida y precisa maniobra, enfilamos a la entrada sur de la ría de Vigo dejando atrás el sol recortándose por encima del alto del Vixiador.
Unas pequeñas clases teóricas y ella se hace cargo del timón. Mientras, acabo de cazar los vientos del NW procedentes del Anticiclón de la Azores. Una vez aparejada la maniobra, ponemos el piloto automático y nos tomamos un taza de café bien caliente en la cubierta mientras contemplamos abstraídos el contraluz de la costa por babor: El estuario del Miño, Cabo Montedor, Viana do Castelo. Y a lo lejos por estribor, alla en ese inmenso y lejano horizonte... el Atlántico con toda su autoridad y grandeza. El día pasa tranquilo dejándonos hacer una navegación serena y apacible. Y cuando por fin, el sol tiñe de rojos y oro el horizonte...hacemos nuestra primera escala.
Ciento veinte millas náuticas navegadas y entramos en la ría de Aveiro, buscamos fondo y aferramos el rizon dispuestos a pasar la primera noche en la mar. El silencio y las estrellas nos arropan. Un baño en sus frías aguas, una cena y unas caricias acompañadas de historias contadas bajo una túnica de estrellas, son el prologo de unos instantes inolvidables...


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