Poli bueno... poli malo




Este miércoles apunto estuve de acabar con mis salpicados huesos en alguna húmeda y oscura jaula de los sótanos municipales. Y ahora pasados los días, ya con el cerebro refrigerado, hasta pienso que no me habría venido mal una pequeña dosis penitenciaria; pues aquellos que alardeamos de civismo, somos a menudo los primeros en pasarnos las normas ciudadanas por el escroto y hacer lo primero que nos sale del mascaron de proa.
Los hechos sucedieron la mañana del miércoles cuando después de dar tres vueltas a la manzana sin encontrar un sitio donde poder aparcar. Ya que ahora, debido a la “no” criticable moda edil de peatonalizar y humanizar el centro de nuestras urbes es más difícil localizar un rincón donde alojar la chatarra, que te toque el cupón de ciegos cuando tienes por costumbre el no comprarlo.
Pues eso... que cansado de dar vueltas opte por rellenar un hueco de esos adornados por la execrable señal de “Prohibido aparcar, excepto carga y descarga”. En esas estaba cuando atraco al lado mía un chispeante coche rojo y blanco con un altavoz en el techo, el cual confundí con uno de esos indigestos vehículos que usan estos días para hacer propaganda electoral. Y mientras hacia mi maniobra, observaba por el espejo retrovisor de la puerta, los brazeos constantes del acompañante del conductor. Que entendí rápidamente: no quería que aparcara allí.
Mire para el y apuntándolo con la punta de mi barbilla, le dije:
-¿Qué carallo queres?
-Que ahí no se puede aparcar-, me contesta el calvo que hacia las veces de copiloto.
Y ya un poco arto por las vueltas dadas y por esa desconfiada sensación que remolcamos los marinos en tierra, la conteste de ignominiosa manera, potenciando mis palabras con el dedo anular levantado:
-Anda e que te jodan, o sea que eu non podo aparcar e ti si. ¿Non listillo?
Me resulto peregrina la rápida reacción que tuvieron tanto el cómo el conductor -que por cierto era una mujer- al desabrocharse el cinturón sin mas preámbulos y bajarse del coche.
No sé si era exactamente por la protección que me ofrecía el interior del mío, pero puedo asegurar que en ese momento me sentía todo lo sereno que puede sentirse un hombre cuya conciencia haga de vientre con facilidad. Aunque esta tardo solo un segundo en irse al carajo; el mismo tiempo que tarde yo en darme cuenta que la susodicha pareja ataviaba uniforme de policía municipal.
-Bájese del vehiculo- me dijo con muy mala leche la fémina policía.
-¡Coño!, sodes vos... confundinvos con un coche de propajanda- fue mi ya desesperado alegato de descarga.
-Que se baje del vehiculo y ponga las manos sobre el capo- me requirió impaciente la señora vestida de hombre de Harrelson.
Y en aquel momento supongo que porque, que se sepa, en un naufragio nadie es alérgico a la madera, eche mano del calvo con cara de bonachón, aunque sin mucho convencimiento ya que había sido pillado cual niño con la mano en el monedero, y encima relamido de soberbia.
-Veña Jefe, ¿Imos faser dunha merda un drama?
-Pues si- dijo la alumna de Torquemada
-Pois a min no me da a jana de sair do coche- conteste yo airado
Y entonces, supongo que por aquello de: sabe más el diablo por viejo que por diablo, el abuelo municipal asumió su papel de poli bueno. Y mediando en el conflicto, fue apagando los ánimos de los unos y los otros, dejando que al final el altercado quedara en una simple amonestación. Eso si... con mucho pesar de la sabuesa.
Y con todo esto llego a una conclusión... A veces, es mas de sabios, en según que circunstancias; atracar la lengua al abrigo de donde sale la comida, que tenerla abarloada por donde entra... ¿Se entiende, no?



Fredo
En Vigo a 8 de Marzo del 2008






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